05 junio 2008

Vida Sana

Lo mejor es ser prudentes
con los teléfonos móviles

Casi todos tenemos un teléfono móvil. Cualquier posible efecto nocivo que su uso pudiese tener sobre nuestra salud debería ser considerado una alta prioridad sanitaria.
Sin embargo, no existen aún evidencias suficientes sobre qué sistemas biológicos pueden verse afectados y cómo por el uso del móvil. Se han descrito fenómenos como una sensación de calor alrededor del oído, dolor de cabeza, alteraciones de la función cerebral e incluso alteraciones del riego sanguíneo cerebral. Su posible efecto carcinógeno es objeto de más debate y controversia.

En serio

Existe cierto temor a que el uso del móvil pueda afectar a la audición. Nuestro sistema auditivo es el más próximo al teléfono, por lo que cualquier posible efecto sobre la audición es especialmente relevante.
La situación derivada del uso masivo y prolongado de los celulares ha planteado ya problemas que, de forma indirecta, se relacionan también con la salud.
Así, aunque está prohibido, es frecuente observar conductores hablando por el móvil, una causa clara de distracción y accidentes. Ese aparatito también genera estrés e incluso adicción o dependencia, incluyendo un síndrome de abstinencia al dejar de usarlo.
También alteró las normas de convivencia y educación clásicas: mantener una conversación 'privada' en público es ahora habitual (a veces a los gritos), sin la menor consideración hacia el resto que comparten con el comunicante el restaurante o un micro.
Finalmente, su restricción en algunos entornos (por ejemplo en los hospitales), en teoría debido a posibles interferencias con aparatos y dispositivos electrónicos médicos, no se basa en evidencias científicas. Se da además en este caso la paradoja que los profesionales los usamos constantemente en esta situación. ¿Se está siendo demasiado permisivo en su empleo?
La educación de niños y jóvenes será crucial para determinar qué va a suceder en el futuro: hay muchísima gente expuesta a la telefonía móvil, cada vez más, y existe la percepción generalizada (¿real?) de que se trata de aparatos totalmente inocuos, además de ser útiles y (eso seguro) un extraordinario negocio para fabricantes y operadores.

Antoni Trilla (jefe del Servicio de Medicina Preventiva y
Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, del Centro de
Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB).