19 junio 2008


Si quiere dormir bien, llévese mejor con su esposo


Los investigadores manejaron dos hipótesis: que las peleas afecten la calidad del sueño, o bien que como consecuencia de pasar malas noches, el malestar matinal y los cambios de humor condicionen la relación de pareja. Tras recopilar los datos necesarios concluyeron que cuando el trato no es óptimo, las posibilidades de lograr un sueño reparador disminuyen 10 por ciento.

"Las mujeres que son felices en su matrimonio, es decir aquellas que se llevan bien con sus maridos y tienen una vida de pareja armónica, tienden a dormir más y lograr un mejor descanso". Esta es la principal conclusión de un estudio liderado por la doctora Wendy Troxel, psicóloga de la Universidad de Pittsburg en Estados Unidos, del cual participaron dos mil mujeres casadas.
De hecho, según la investigación, para aquellas mujeres que no tienen una buena relación, padecen estrés debido a esta situación y no se sienten del todo cómodas en su vida de pareja, la posibilidad de lograr un buen descanso es 10 por ciento menor.
"El matrimonio puede ser bueno para el sueño, si es feliz. Ahora, si la mujer se siente infeliz en su relación de pareja, eso puede volverse en contra y convertirse en un factor negativo", expuso la doctora Troxel, quién además comentó que el origen del estudio fue la pregunta: ¿Un matrimonio infeliz lleva al mal sueño o por dormir mal y no descansar un matrimonio puede comenzar a tener problemas?.

Por amor

Para conocer un poco más sobre los trastornos del sueño y las consecuencias negativas del mal dormir, la agencia noticiosa Pro-Salud News dialogó con la doctora Margarita Susana Blanco, jefa de la Sección Neurofisiología Clínica y Medicina del Sueño del Servicio de Neurología del Centro Neurológico del Hospital Francés de Buenos Aires, quién explicó que "la somnolencia y el insomnio son trastornos provocados por problemas, angustias y desordenes de los hábitos y los horarios; y su vez generan cambios de humor que no pueden ser solucionados simplemente recetando una pastilla. Por el contrario, hay que evaluar cada caso y ver qué le está sucediendo a cada paciente, por qué no puede dormir o descansar como debería".
A la hora de los factores que pueden determinar la relación entre el buen descanso y la felicidad de la vida de pareja, la investigadora indicó que "por supuesto que cuando una persona, ya sea mujer u hombre no descansa bien está más irritable, se siente frustrada y su tolerancia es menor. Por eso creemos que el estado de ánimo -que resulta visiblemente alterado- puede afectar un matrimonio".
Sin embargo, tampoco se descartó que la relación causa-efecto sea la inversa: "Si una mujer no se lleva bien con su pareja e intenta de todas formas continuar durmiendo al lado de su marido, es probable que no consiga hacerlo de forma placentera".

La investigación

Sobre el estudio, Troxel y sus colegas -quiénes lo presentaron durante la reciente edición de la reunión anual de la Asociación de Profesionales del Sueño (APSS, en inglés), llevada a cabo en Baltimore- analizaron datos de dos mil mujeres casadas con una edad promedio de 46 años, que se encontraban participando del Estudio Nacional de Salud de la Mujer (SWAN, por sus siglas en inglés).
Todas las participantes brindaron datos sobre la calidad del sueño, el estado de su vida matrimonial, la periodicidad de los problemas maritales y el insomnio.
Luego de recopilar la información necesaria, y aún cuando también se tuvieron en cuenta otros factores que pueden influir en la calidad del descanso como por ejemplo los problemas laborales, los especialistas acordaron que las mujeres felizmente casadas solían experimentar menos inconvenientes a la hora de conciliar el sueño; así como también menores posibilidades de despertarse de madrugada o padecer insomnio.
La doctora Tropel cito en sus conclusiones que "si hay problemas por cuestiones laborales, entre otras, lo mejor que se puede hacer es resolver los problemas para poder disminuir el nivel de ansiedad y de esa forma mejorar la convivencia. En caso que los problemas no se puedan resolver, lo más recomendable es cambiar la forma de percibir los inconvenientes”.
Según los investigadores del Institute for Behavioral Medicine Research (IBMR) de la Universidad estatal de Ohio, Estados Unidos, el estrés es la consecuencia inevitable de una vida en pareja en la que las peleas y discusiones son moneda corriente.
Coincidentemente y tal como fue mencionado en el ensayo encabezado por la doctora Troxel, éste es uno de los factores que influyen en la calidad y cantidad del sueño; pues de hecho el mal dormir es una de las tantas manifestaciones orgánicas producidas a raíz de los enfrentamientos y que, a su vez, generan discusiones.

Más información:
- Estudio Nacional de Salud de la Mujer:
http://www.edc.gsph.pitt.edu/swan
- Asociación de Profesionales del Sueño:
http://www.sleepmeeting.org

18 junio 2008

Neurociencia / Homosexualidad

El cerebro de los gays está
feminizado y el de las lesbianas
masculinizado
Un equipo de científicos suecos del prestigioso Instituto Karolinska cambió la concepción de la sexualidad humana. Su último aporte ya levantó cierta polémica: el cerebro de las personas homosexuales tiene algunas diferencias respecto al de los heterosexuales.
En concreto, la simetría de los hemisferios y ciertas conexiones nerviosas de los gays difieren de lo que cabría esperar atendiendo a su sexo biológico. Lo mismo ocurre con el cerebro de las lesbianas.
Después de comprobar cómo gays y lesbianas procesaban los olores de manera distinta a como lo hacen las personas atraídas por el sexo opuesto, Ivanka Savic y su colega Per Lindström, del departamento de Neurociencia del instituto, se propusieron explorar directamente el cerebro y algunas de sus conexiones en 90 sujetos de distinta orientación sexual.
Estudios previos sugerían que las mujeres y hombres homosexuales tenían una estructura cerebral atípica para su sexo durante la realización de ciertas pruebas. La actividad de los dos hemisferios no era la normal, cosa que podría explicarse por cambios en el volumen de los mismos.

Feminización y masculinización

En el cerebelo (una estructura situada en la parte posterior e inferior de la cabeza rodeando al tronco del encéfalo) no se detectaron diferencias llamativas.
Sin embargo, el cerebro de los homosexuales, en lugar de la disposición típica, muestra una similar a la del opuesto. El de los gays está feminizado y el de las lesbianas masculinizado.
En las mujeres hetero el hemisferio derecho suele ser más grande que el izquierdo. Esta característica se observa, paradójicamente, en los varones homosexuales: "Las lesbianas, por el contrario, tienen un cerebro más simétrico, más parecido al de los hombres heterosexuales. El hallazgo encaja bien con observaciones anteriores", revelaron los autores.
También detectaron, gracias al PET (tomografía por emisión de positrones), diferencias funcionales en una región llamada amígdala. Esta estructura, que es bilateral (hay una en cada lado del cerebro) forma parte del sistema límbico y está implicada en el almacenamiento de las emociones.
En el caso de los varones gays, las conexiones de este pequeño centro informativo mostraban un patrón marcadamente femenino. Por el contrario, la amígdala derecha de las lesbianas era, al igual que en los hombres heterosexuales, la más dominante.
Para Francisco Mora, profesor de fisiología de la Universidad Complutense de Madrid, estas diferencias pueden explicarse a través de influencias sociales, psicológicas y culturales.
Desde este punto de vista, "los patrones culturales son capaces de modificar física y químicamente el cerebro" de forma que las observaciones de Savic y Lindström pueden explicarse a partir del ambiente y no serían innatas sino adquiridas.
Si el homosexual nace o se hace es una vieja pregunta; y su respuesta, temida por muchos. La posibilidad de que la orientación sexual sea algo innato, es decir, que tenga un sustrato biológico, podría abrir de nuevo la puerta a la búsqueda.
Los investigadores suecos parecen inclinados hacia la teoría multifactorial. En la cuestión del dimorfismo sexual del cerebro, "hay que tener tres factores en cuenta: el entorno, la genética y las hormonas".