La “Odisea” de ser un refugiado
De acuerdo a datos comunicados por la Defensoría General de la Nación, la Argentina recibe aproximadamente por año 600 individuos en calidad de refugiados o migrantes que, huyendo de situaciones de violencia de distintos tipos (catástrofes naturales, agotamiento de recursos económicos, persecución religiosa, política, racial o de identidad sexual, etc.), se ven obligados a buscar refugio en nuestro territorio atravesando las más diversas peripecias (como puede ser viajar de polizón sin agua ni comida durante más de 20 días).
Más grave aún se convierte la estadística sobre infantes en esa situación; cerca de 50 niños por año llegan a Argentina totalmente desamparados y lejos de su grupo de pertenencia.
Panorama
Muchos de estos sujetos, sumado al desarraigo y a las dificultades de integración propias de la llegada a un nuevo país, han sido víctimas de actos inhumanos y degradantes para con su persona y/o seres queridos (torturas, muertes, secuestros, aislamiento, etc.). Como consecuencia de dichas vivencias traumáticas, es muy frecuente que un gran porcentaje de estas personas sufra, entre otras problemáticas, un cuadro psicopatológico llamado Síndrome del Inmigrante con Estrés Crónico y Múltiple o también conocido como Síndrome de Ulises.
Dicho trastorno, bautizado como el mítico héroe griego -el cual a pesar de querer volver a su tierra tarda muchos años en lograrlo luego de atravesar las más terribles dificultades-, se caracteriza por la presencia de un cuadro depresivo a causa de la emigración y lo que esta conlleva.
Según el doctor Joseba Achotegui, “es una situación de estrés límite, con cuatro factores vinculantes: soledad, al no poder traer a su familia; sentimiento interno de fracaso, al no tener posibilidad de acceder al mercado laboral; sentimiento de miedo, por estar muchas veces vinculados a mafias; y sentimiento de lucha por sobrevivir”.
Si bien es normal pensar a la migración como una situación generadora en sí misma de estrés y duelo, el mencionado trastorno aparece cuando estos se sostienen en el tiempo no pudiendo producirse la elaboración necesaria en la psiquis del sujeto.
Intimidad
La sintomatología característica consiste en un conjunto de síntomas depresivos atípicos (tristeza, llanto, baja autoestima, culpa y pérdida de interés sexual) junto a síntomas de tipo ansioso (ansiedad, preocupaciones excesivas y recurrentes, insomnio), somatomorfo (cefaleas, fatiga, somatizaciones osteoarticulares, torácicas y abdominales) y disociativo (confusión, fallas de memoria y atención, desorientación temporo-espacial).
A su vez, puede pensarse a dicho síndrome como un acelerador que puede desencadenar ciertas psicopatologías graves presentes en algunas personas.
Es muy común, por ejemplo, el diagnóstico entre los individuos refugiados de casos de psicosis, delirio paranoide, alucinaciones, bipolaridad, esquizofrenia y estrés postraumático, entre otros.
Sin embargo, mientras que en otros países este tipo de trastorno se ve aun más propiciado por políticas de migración expulsivas; Argentina con cierta flexibilidad en la aceptación de migrantes y un marcado compromiso hacia el respeto por los derechos humanos, cuenta con organismos que se ocupan de este tipo de problemáticas.
La CONARE (Comisión para la Asistencia Integral y Protección al Migrante, Refugiado y Peticionante de Refugio) es una entidad gubernamental que se ocupa de la planificación de políticas públicas para refugiados. Entre sus funciones se encuentra la de “procurar, cuando se trate de mujeres o menores que hubieran sido víctimas de violencia y de otras circunstancias que los hubiera afectado, la atención psicológica especializada de estas personas durante el procedimiento”.
Asimismo, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, ofrece a los refugiados en Buenos Aires créditos económicos, enseñanza del español, orientación legal y social, etc.
Argentina, por ejemplo, recibe año tras año, no solo refugiados de Perú, África, Irak, Armenia, Colombia, Cuba, Haití, Afganistán entre otros lugares del mundo sino, miles de inmigrantes provenientes de los países limítrofes.
Es necesaria, dado el aumento cada vez mayor de estas cifras, la implementación de políticas de contención, no solo psicológicas sino desde una perspectiva multidisciplinaria que posibiliten el abordaje específico y complejo de dicha problemática.
Ana Baquela
Licenciada en Psicología
info@clinicar.com.ar
De acuerdo a datos comunicados por la Defensoría General de la Nación, la Argentina recibe aproximadamente por año 600 individuos en calidad de refugiados o migrantes que, huyendo de situaciones de violencia de distintos tipos (catástrofes naturales, agotamiento de recursos económicos, persecución religiosa, política, racial o de identidad sexual, etc.), se ven obligados a buscar refugio en nuestro territorio atravesando las más diversas peripecias (como puede ser viajar de polizón sin agua ni comida durante más de 20 días).
Más grave aún se convierte la estadística sobre infantes en esa situación; cerca de 50 niños por año llegan a Argentina totalmente desamparados y lejos de su grupo de pertenencia.
Panorama
Muchos de estos sujetos, sumado al desarraigo y a las dificultades de integración propias de la llegada a un nuevo país, han sido víctimas de actos inhumanos y degradantes para con su persona y/o seres queridos (torturas, muertes, secuestros, aislamiento, etc.). Como consecuencia de dichas vivencias traumáticas, es muy frecuente que un gran porcentaje de estas personas sufra, entre otras problemáticas, un cuadro psicopatológico llamado Síndrome del Inmigrante con Estrés Crónico y Múltiple o también conocido como Síndrome de Ulises.
Dicho trastorno, bautizado como el mítico héroe griego -el cual a pesar de querer volver a su tierra tarda muchos años en lograrlo luego de atravesar las más terribles dificultades-, se caracteriza por la presencia de un cuadro depresivo a causa de la emigración y lo que esta conlleva.
Según el doctor Joseba Achotegui, “es una situación de estrés límite, con cuatro factores vinculantes: soledad, al no poder traer a su familia; sentimiento interno de fracaso, al no tener posibilidad de acceder al mercado laboral; sentimiento de miedo, por estar muchas veces vinculados a mafias; y sentimiento de lucha por sobrevivir”.
Si bien es normal pensar a la migración como una situación generadora en sí misma de estrés y duelo, el mencionado trastorno aparece cuando estos se sostienen en el tiempo no pudiendo producirse la elaboración necesaria en la psiquis del sujeto.
Intimidad
La sintomatología característica consiste en un conjunto de síntomas depresivos atípicos (tristeza, llanto, baja autoestima, culpa y pérdida de interés sexual) junto a síntomas de tipo ansioso (ansiedad, preocupaciones excesivas y recurrentes, insomnio), somatomorfo (cefaleas, fatiga, somatizaciones osteoarticulares, torácicas y abdominales) y disociativo (confusión, fallas de memoria y atención, desorientación temporo-espacial).
A su vez, puede pensarse a dicho síndrome como un acelerador que puede desencadenar ciertas psicopatologías graves presentes en algunas personas.
Es muy común, por ejemplo, el diagnóstico entre los individuos refugiados de casos de psicosis, delirio paranoide, alucinaciones, bipolaridad, esquizofrenia y estrés postraumático, entre otros.
Sin embargo, mientras que en otros países este tipo de trastorno se ve aun más propiciado por políticas de migración expulsivas; Argentina con cierta flexibilidad en la aceptación de migrantes y un marcado compromiso hacia el respeto por los derechos humanos, cuenta con organismos que se ocupan de este tipo de problemáticas.
La CONARE (Comisión para la Asistencia Integral y Protección al Migrante, Refugiado y Peticionante de Refugio) es una entidad gubernamental que se ocupa de la planificación de políticas públicas para refugiados. Entre sus funciones se encuentra la de “procurar, cuando se trate de mujeres o menores que hubieran sido víctimas de violencia y de otras circunstancias que los hubiera afectado, la atención psicológica especializada de estas personas durante el procedimiento”.
Asimismo, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, ofrece a los refugiados en Buenos Aires créditos económicos, enseñanza del español, orientación legal y social, etc.
Argentina, por ejemplo, recibe año tras año, no solo refugiados de Perú, África, Irak, Armenia, Colombia, Cuba, Haití, Afganistán entre otros lugares del mundo sino, miles de inmigrantes provenientes de los países limítrofes.
Es necesaria, dado el aumento cada vez mayor de estas cifras, la implementación de políticas de contención, no solo psicológicas sino desde una perspectiva multidisciplinaria que posibiliten el abordaje específico y complejo de dicha problemática.
Ana Baquela
Licenciada en Psicología
info@clinicar.com.ar