Descubra cómo terminar con los calambres
La mayor parte de las veces se localizan en la pantorrilla o en el arco del pie. Los músculos se notan endurecidos (es típica la sensación de tener una bola en la pantorrilla) y el dolor surge muy intenso y localizado. Aprenda a combatirlos y prevenirlos.
Todos los hemos padecido alguna vez: un calambre es una contracción breve e involuntaria de un músculo, que se vuelve entonces rígido y produce dolor. Resultan muy molestos, pero -como duran poco- no reciben la atención que merecen. Sin embargo, significan un aviso que el organismo envía cuando algo no funciona como debiera.
Hay tres causas habituales que los provocan: la fatiga muscular, la carencia de minerales y vitaminas, y la mala postura. Conozca mejor el origen y cura de cada una.
Fatiga muscular
Todos los hemos padecido alguna vez: un calambre es una contracción breve e involuntaria de un músculo, que se vuelve entonces rígido y produce dolor. Resultan muy molestos, pero -como duran poco- no reciben la atención que merecen. Sin embargo, significan un aviso que el organismo envía cuando algo no funciona como debiera.
Hay tres causas habituales que los provocan: la fatiga muscular, la carencia de minerales y vitaminas, y la mala postura. Conozca mejor el origen y cura de cada una.
Fatiga muscular
Son típicos, por ejemplo, los calambres por agotamiento tras algún ejercicio físico o los calambres nocturnos. Todos ellos tienen su razón de ser.
Cuando se somete un músculo a un esfuerzo demasiado intenso o prolongado durante mucho tiempo, la renovación del oxígeno en la musculatura a veces resulta insuficiente. Este tipo de calambre se da con frecuencia entre los deportistas.
Mientras no se produce un esfuerzo físico, las arterias transportan a los músculos la cantidad de sangre y oxígeno requerido para funcionar con normalidad. Pero durante un entrenamiento los músculos solicitan un incremento del caudal sanguíneo para obtener mayor proporción de oxígeno y cuando las arterias no se dilatan con la suficiente rapidez se origina un espasmo.
Lo mismo ocurre cuando no sabemos adaptar nuestra respiración al ritmo del ejercicio físico. En ambos casos el músculo acusa la deficiencia de oxígeno y pierde su capacidad de relajación. La masa muscular se vuelve dura y sensible, y se da un calambre.
La única solución reside precisamente en prevenirlos: evítelos tomando un vaso de agua antes de comenzar el entrenamiento y volviendo a beber al menos cada quince minutos durante el esfuerzo físico.
Sin minerales
Estos se deben entonces a un desequilibrio de sales minerales, generalmente en exceso o defecto -con mayor frecuencia- de calcio, sodio o potasio.
El problema reside en que unos niveles inadecuados de minerales en el organismo permiten habitualmente la concentración de los músculos sin mayor dificultad, pero, en cambio, impiden su relajación.
Cuando se contrae un músculo, éste descarga potasio en los tejidos circundantes que actúan dilatando las arterias en las cercanías del músculo. Si falta potasio, las arterias no son capaces de llevar a las células el oxígeno suficiente.
Además el potasio, junto con otros minerales, influye en la capacidad de resistencia muscular al esfuerzo físico y se considera fundamental para que los músculos asimilen los azúcares, que constituyen su mayor fuente de energía. El calcio y el magnesio realizan labores complementarias para el buen estado de los músculos y el esqueleto.
La deficiencia en el calcio hace a las personas más proclives a calambres frecuentes, a dolores y a fracturas óseas.
La mejor fórmula para prevenir una deficiencia de sales minerales en el organismo reside en seguir una alimentación equilibrada, en lugar de atiborrarse después de complejos minerales en pastillas. El potasio se encuentra en cantidad suficiente en las verduras y las frutas frescas. El calcio, en la leche y productos lácteos, los frutos secos, las zanahorias, repollos, espinadas, cebollas, papas.
Cuando se somete un músculo a un esfuerzo demasiado intenso o prolongado durante mucho tiempo, la renovación del oxígeno en la musculatura a veces resulta insuficiente. Este tipo de calambre se da con frecuencia entre los deportistas.
Mientras no se produce un esfuerzo físico, las arterias transportan a los músculos la cantidad de sangre y oxígeno requerido para funcionar con normalidad. Pero durante un entrenamiento los músculos solicitan un incremento del caudal sanguíneo para obtener mayor proporción de oxígeno y cuando las arterias no se dilatan con la suficiente rapidez se origina un espasmo.
Lo mismo ocurre cuando no sabemos adaptar nuestra respiración al ritmo del ejercicio físico. En ambos casos el músculo acusa la deficiencia de oxígeno y pierde su capacidad de relajación. La masa muscular se vuelve dura y sensible, y se da un calambre.
La única solución reside precisamente en prevenirlos: evítelos tomando un vaso de agua antes de comenzar el entrenamiento y volviendo a beber al menos cada quince minutos durante el esfuerzo físico.
Sin minerales
Estos se deben entonces a un desequilibrio de sales minerales, generalmente en exceso o defecto -con mayor frecuencia- de calcio, sodio o potasio.
El problema reside en que unos niveles inadecuados de minerales en el organismo permiten habitualmente la concentración de los músculos sin mayor dificultad, pero, en cambio, impiden su relajación.
Cuando se contrae un músculo, éste descarga potasio en los tejidos circundantes que actúan dilatando las arterias en las cercanías del músculo. Si falta potasio, las arterias no son capaces de llevar a las células el oxígeno suficiente.
Además el potasio, junto con otros minerales, influye en la capacidad de resistencia muscular al esfuerzo físico y se considera fundamental para que los músculos asimilen los azúcares, que constituyen su mayor fuente de energía. El calcio y el magnesio realizan labores complementarias para el buen estado de los músculos y el esqueleto.
La deficiencia en el calcio hace a las personas más proclives a calambres frecuentes, a dolores y a fracturas óseas.
La mejor fórmula para prevenir una deficiencia de sales minerales en el organismo reside en seguir una alimentación equilibrada, en lugar de atiborrarse después de complejos minerales en pastillas. El potasio se encuentra en cantidad suficiente en las verduras y las frutas frescas. El calcio, en la leche y productos lácteos, los frutos secos, las zanahorias, repollos, espinadas, cebollas, papas.
El magnesio, que favorece además el equilibrio de calcio y es fundamental en la contracción normal de los músculos, aparece también en la leche y sus derivados y en los frutos secos y además en las acelgas, lechugas, espinacas, cereales integrales y algunas frutas como los bananas o las frambuesas.
La mala postura
Aunque por su simpleza parezca mentira, la explicación estriba casi siempre en una mala postura mantenida durante largo tiempo.
Estos calambres nocturnos parecen darse con mayor frecuencia durante el invierno. La razón es que a menudo se acumulan mantas y colchas pesadas para evitar el frío, que ayudan a empujar hacia abajo los pies y los aplastan. Lo mismo sucede cuando dormimos boca abajo manteniendo los pies estirados.
El ideal para evitar los calambres durmiendo en esta posición consiste en sacar los pies fuera de la cama, dejar que sobresalgan del colchón para que no estén nunca rígidos.
También las mujeres que usan permanentemente tacos altos son proclives a estos dolores nocturnos porque están andando siempre de puntillas; es decir, con los músculos de las pantorrillas en continua contracción.
La solución más rápida para detener estos calambres nocturnos radica en estirar inmediatamente los músculos contraídos, por ejemplo, poniéndose de pie y haciendo fuerza contra el suelo con la planta totalmente apoyada. Cuando forzamos los músculos a estirarse, los nervios que controlan las sensaciones musculares cambian la orden o impulso de contracción por otro de relajación y, generalmente, el calambre desaparece en pocos segundos. También sirven de gran ayuda las fricciones o masajes con aceite alcanforado, seguidas de un baño caliente que relajará toda la musculatura.
Resumiendo, la doctora Claudia Maroncelli, especialista en actividad física y prevención en la Salud, señaló que “es posible que aparezcan asociados a la ingesta de alcohol, café, tabaco y drogas diuréticas. También, pueden producirse por exposición al frío o al calor, lesiones y cambio del calzado diario a zapatillas planas o deportivas, ya que se es cuando aumenta la tensión de la pantorrilla”.
Remedios de urgencia
1) Aplicar hielo a un músculo que ha sufrido un calambre alivia la hinchazón y el agarrotamiento de la zona. Y también las compresas frías empapadas en agua y vinagre a partes iguales.
2) Los baños de los pies fríos durante no más de dos minutos favorecen la rápida irrigación sanguínea de los pies y pantorrillas y son muy efectivos en los calambres nocturnos.
La prevención
1) Hacer ejercicio físico. Los sedentarios son propensos a los calambres por falta de elasticidad de sus músculos. Se recomienda la Expresión Corporal, ya que corrige las malas posturas.
2) Entrenarse siempre de forma progresiva y gradual.
3) No ejercitarse nunca hasta el agotamiento.
4) Realizar ejercicios de estiramiento y flexibilidad como calentamiento y enfriamiento antes y después de un entrenamiento deportivo.
5) Para dormir adoptar posturas que no impliquen contracciones musculares. Evitar un exceso de peso sobre las piernas.
La mala postura
Aunque por su simpleza parezca mentira, la explicación estriba casi siempre en una mala postura mantenida durante largo tiempo.
Estos calambres nocturnos parecen darse con mayor frecuencia durante el invierno. La razón es que a menudo se acumulan mantas y colchas pesadas para evitar el frío, que ayudan a empujar hacia abajo los pies y los aplastan. Lo mismo sucede cuando dormimos boca abajo manteniendo los pies estirados.
El ideal para evitar los calambres durmiendo en esta posición consiste en sacar los pies fuera de la cama, dejar que sobresalgan del colchón para que no estén nunca rígidos.
También las mujeres que usan permanentemente tacos altos son proclives a estos dolores nocturnos porque están andando siempre de puntillas; es decir, con los músculos de las pantorrillas en continua contracción.
La solución más rápida para detener estos calambres nocturnos radica en estirar inmediatamente los músculos contraídos, por ejemplo, poniéndose de pie y haciendo fuerza contra el suelo con la planta totalmente apoyada. Cuando forzamos los músculos a estirarse, los nervios que controlan las sensaciones musculares cambian la orden o impulso de contracción por otro de relajación y, generalmente, el calambre desaparece en pocos segundos. También sirven de gran ayuda las fricciones o masajes con aceite alcanforado, seguidas de un baño caliente que relajará toda la musculatura.
Resumiendo, la doctora Claudia Maroncelli, especialista en actividad física y prevención en la Salud, señaló que “es posible que aparezcan asociados a la ingesta de alcohol, café, tabaco y drogas diuréticas. También, pueden producirse por exposición al frío o al calor, lesiones y cambio del calzado diario a zapatillas planas o deportivas, ya que se es cuando aumenta la tensión de la pantorrilla”.
Remedios de urgencia
1) Aplicar hielo a un músculo que ha sufrido un calambre alivia la hinchazón y el agarrotamiento de la zona. Y también las compresas frías empapadas en agua y vinagre a partes iguales.
2) Los baños de los pies fríos durante no más de dos minutos favorecen la rápida irrigación sanguínea de los pies y pantorrillas y son muy efectivos en los calambres nocturnos.
La prevención
1) Hacer ejercicio físico. Los sedentarios son propensos a los calambres por falta de elasticidad de sus músculos. Se recomienda la Expresión Corporal, ya que corrige las malas posturas.
2) Entrenarse siempre de forma progresiva y gradual.
3) No ejercitarse nunca hasta el agotamiento.
4) Realizar ejercicios de estiramiento y flexibilidad como calentamiento y enfriamiento antes y después de un entrenamiento deportivo.
5) Para dormir adoptar posturas que no impliquen contracciones musculares. Evitar un exceso de peso sobre las piernas.