combate el reuma
UN TESORO NATURAL DE VITAMINA C, QUE ADEMÁS DERROTA ANEMIAS.
De sabor agradable, la característica principal de la acerola, es que posee la mayor concentración de vitamina C conocida en el mundo, entre los vegetales cultivables. Su contenido es mucho mayor que el de la naranja, el alimento fuente por excelencia conocido en nuestro país.
Por ejemplo, cien gramos de acerola, que ocupan aproximadamente el volumen de una taza de té, aportan unos 1700 miligramos de vitamina C, valor que se cubriría con tres kilos y medio de naranjas.
Originaria de Centroamérica, la acerola es popularmente denominada la “cherry de las Antillas” o la “cereza del Caribe”.
Recientemente conocida en la Argentina, crece en climas cálidos y húmedos, y es una planta arbustiva mediana, con denso follaje y tronco retorcido.
Los frutos son colorados o escarlata, con tres semillas pequeñas, cada una de ellas encapsulada en un carozo prominente y rugoso.
Múltiples usos
Las investigaciones sobre este fruto indican que la pulpa se utiliza en la preparación de bebidas, jugos, helados, licores, dulces, salsas dulces, productos farmacéuticos, cosméticos y tinturas.
La fruta fresca y el jugo, poseen importantes propiedades nutritivas, antianémicas, antioxidantes, antiinflamatorias, fungicidas, astringentes y diuréticas.
Resultan, además, aliadas para diluir los efectos del cansancio y el estrés, y refuerzan la resistencia frente a gripes, resfríos e infecciones.
Pueden prevenir y combatir anemias, problemas de hígado, colesterol elevado, reuma, tuberculosis, y fortalecer el organismo en períodos de convalecencia.
Recientes estudios señalan que es capaz de potenciar los efectos anticolesterol de dos alimentos clave para el tratamiento de esa enfermedad: la soja y la alfalfa.
Fuente vitamínica
La vitamina C cumple en el organismo un rol clave, con múltiples facetas. Su poderosa acción se manifiesta en primer lugar en el sistema inmunológico: mejora las defensas y aumenta la resistencia contra resfríos, gripes e infecciones, entre otras enfermedades.
Sus virtudes antioxidantes retardan los procesos de envejecimiento. En efecto, la vitamina C previene la formación de las sustancias nocivas llamadas radicales libres, que son las responsables del deterioro celular.
Asimismo, colabora para regenerar las reservas de otras vitaminas antioxidantes, como la E, y estimula a las enzimas que intervienen en la tarea anti age. Se la considera antianémica, dado que es una aliada para mejorar la absorción del hierro contenido en los alimentos, especialmente del que proviene de alimentos vegetales, frutas y hortalizas. Forma glóbulos rojos, encargados de oxigenar los tejidos de todo el cuerpo.
Ayuda también a reponer el hierro que pierden las mujeres durante el período menstrual. Acelera los mecanismos de la coagulación sanguínea, por lo cual es importante en la cicatrización de heridas y en procesos post operatorios.
Con ella también se previenen las enfermedades cardiovasculares, ya que las paredes de las arterias y las venas ganan elasticidad.
Necesaria, día a día
Determinadas situaciones del ciclo vital requieren especiales cantidades de vitamina C: la niñez, el embarazo, la lactancia, la mujer en edad fértil, períodos de gran desgaste físico, la tercera edad.
Del mismo modo que otras vitaminas solubles en agua, la vitamina C es inestable, es decir que no puede acumularse en el organismo y se elimina con facilidad a través de la orina. Además, ciertos medicamentos y hábitos de la vida de hoy son sus enemigos: el uso de anticonceptivos, estrógenos, corticoides, antibióticos y hasta aspirina, el sedentarismo, el estrés, el alcohol y el fumar disminuyen los niveles de vitamina C en sangre.
Es una fruta jugosa, ácida, colorada por fuera, carnosa y anaranjada por dentro, y su tamaño es, en promedio, de unos 6 centímetros de diámetro
El modo ideal, entonces, de mantener las cantidades necesarias de vitamina C es ingerirla a diario a través de los alimentos que la contienen en altos valores.
Estos alimentos son las frutas cítricas: naranja, pomelo, mandarina, limón, la frutilla, el kiwi, el melón, y vegetales como el ají, el tomate, los brotes de alfalfa, la espinaca, el hinojo, el berro, el repollo blanco y colorado, y el perejil, entre otros.
Es importante saber que deben consumirse crudos, ya que durante la cocción se pierden grandes cantidades de vitamina C, como sucede con el brócoli, el nabo, el coliflor, los repollitos de Bruselas, los espárragos y las habas, que después de cocinados ya no se consideran fuente de vitamina C.
Fuente: Salud Integral